Alcanzar los lugares extremos del planeta ha sido siempre el sueño de aquellos que tienen un gran espíritu de aventura.
El Everest, con 8.848 m de altura, estuvo en el punto de mira de valientes expedicionarios, sobre todo a partir de la década de 1.920. En 1.924, los británicos Mallory e Irvine emprendieron un ascenso del que nunca llegamos a saber si llegaron a coronar la anhelada cima.
Edmund Hillary, era un neozelandés que amaban las altas cumbres. En su tierra natal había escalado los Alpes del Sur y quiso tomar parte en la carrera por ser el primero en tocar el techo del mundo. Los sherpas del Nepal siempre vieron el Chomolungma como un lugar sagrado y no como un foco de su ambición personal, pero Tenzing Norgay, que ya había participado en otras expediciones, se unió a Edmundo Hillary en 1.953 para alcanzar la meta más atrevido de cualquier alpinista.
Con dinero casi todo es posible y hoy cientos de montañeros hacen cola para retratarse en la cima del mundo. Aunque hay que seguir ascendiendo a 8.848 metros para hacerse la foto en el Everest, el sueño ya no es el mismo.