Prácticamente no hay cultura antigua en la que no aparezca la figura del dragón. La palabra proviene de la Grecia clásica, pero ya siglos antes había dragones en China, y en Sudamérica, la Serpiente Emplumada podía considerarse un personaje de esta estirpe.

Los dragones europeos aparecen como seres terribles y echar fuego por la boca es su característica más distintiva. En Oriente, sin embargo, los dragones son sabios y buenos amigos de sus amigos.

Un dragón es una bestia que generalmente guarda un tesoro o un secreto, lo que pone de relieve lo fundamental que es velar con toda nuestra fuerza y sabiduría por esas cosas importantes, más grandes o más pequeñas, que tenemos en la vida. Quizás por eso, todos querríamos tener por amigo a un dragón.

En “El dragón perezoso” de Kenneth Grahame, un niño descubre un dragón amistoso y culto que prefiere la poesía a la pelea. Cuando los aldeanos piden a San Jorge que lo mate, el niño media, y San Jorge y el dragón fingen una lucha, ganándose la aceptación de la aldea: todos salen ganando.

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