Sigmund Freud (1856-1939) sospechaba que los inmensos territorios de la actividad de la mente humana estaban a medio explorar, que había algo que se ocultaba, que no era consciente pero que influía en lo que hacíamos en cada momento.
En 1900 aparece su obra “La interpretación de los sueños”, una inmersión como nunca antes se había hecho en un mar turbulento, extraño, caótico, imprevisible e irracional llamado inconsciente, que gobernaba sin embargo nuestra aparentemente ordena vida cotidiana.
Los sueños ocurren deprisa y tienen muchas cosas que contar. Por eso en cada escena mínima aparece decenas de caras y lugares que alguna vez vimos aunque no nos acordemos, y en torno a unas pocas imágenes se agolpan montones de significados que exigen salir de las tinieblas y que quizás algún genio sepa interpretar.
Freud nos descubrió las fuerzas que dirigen nuestras acciones, las razones detrás de la sinrazón, los motivos de nuestros errores y olvidos y el significado de nuestros sueños despreciados durante siglos: entonces el mundo ya nunca fue igual.