El más sencillo acercamiento al mundo de la escalada pone de manifiesto lo diferentes que empiezan a verse las cosas en el momento mismo en que el segundo pie se despega del suelo. Escalar es una actividad apasionante que llevada a sus niveles extremos raya en la locura.

En 1983, dos jóvenes murcianos de 24 años, José Luis García Gallego y Miguel Ángel Diez Vives, después de haber adquirido ya una larga experiencia en las paredes de los Picos de Europa, se propusieron abrir una nueva vía que haría historia, en la montaña más famosa de la cordillera: el Naranjo de Bulnes, el Urriellu en Asturias .

La escalada en invierno siempre supone un hándicap añadido, pero además el de aquel año fue especialmente duro. La ascensión de más de 500 metros con pasos de dificultad máxima se complicó con vientos de 100 klm/h y temperaturas de 15 grados bajo cero, que impidieron muchos días la actividad por la blanca pared y prorrogaron la aventura hasta los 69 días.

La ascensión por la vía “Sueños de invierno” fue una gran hazaña montañera y como suele suceder en estos casos, por encima de los peligros y las penalidades vividas, sus protagonistas hablan de la belleza del entorno, del valor de la amistad entre compañeros y del agradecimiento a las personas que les apoyaron y sin los que la gesta no habría sido posible.

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