HADAS

Es difícil decir dónde aparecieron primero porque con distintos nombres las encontramos en relatos muy antiguos de culturas tan lejanas como la japonesa y la irlandesa, de la griega y la celta. De manera general son figuras femeninas cuyo tamaño fue el de una mujer normal hasta que Shakespeare las imaginó pequeñas y centelleantes.

Aparecen muy vinculadas a la vida en el bosque, protegiendo árboles u ocupando ríos, lagos y fuentes, como las Xanas de Asturias. El maltrato de la naturaleza las enferma y pueden volverse peligrosas para los humanos que se ensañen con ella cortando árboles o provocando incendios, por ejemplo.

Sin embargo su relación con las personas suele ser buena y es común que los cuentos las citen desplegando dones en recién nacidos, como en “La bella durmiente”, educando a héroes de leyenda, como La Dama del Lago hizo con Lancelot, o en su versión más conocida, la de Hada Madrina, echando una mano a la persona que les fue asignada en momentos complicados de la vida.

Disfrutan de múltiples poderes mágicos y es muy difícil verlas: algunos métodos son mirar a través de un agujero natural en una piedra o poner atención en el tiempo que trascurre un pestañeo. Dicen que les gusta bailar a la luz de la luna llena y algunos incautos que las buscaron creyéndolas poseedoras de un gran tesoro, llenaron sus sacos de hojas iluminadas por la luna pensando que era oro el suelo sobre el que danzaban. La próxima semana hay luna llena: ¡no vayas a picar!

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