Hay una isla encantada en la que durante muchos años hicimos campamentos y a la que todavía volvemos algunos para reencontrar a amigos y amigas que hicimos allí: un placer grande como pocos.

Córcega viene a tener el tamaño de Asturias y está plagada de bosques, sobresaliendo el castaño como árbol local. Los castaños fueron ya plantados en el tiempo de los antiguos romanos, que también llevaban de la isla higos y miel. Este árbol del pan fue parte de la base de la alimentación corsa durante siglos y a pesar de las enfermedades por las que ha pasado, el castaño sigue formando parte de las señas de identidad corsas.

Desde Olcani, un pequeño pueblito en lo alto del Cap Corse en el norte de la isla, nos llegó ayer la noticia del adiós de nuestro viejo amigo André Giorgeti, quien un día tuvo la generosidad de ayudar a nuestro grupo de senderistas y desde entonces el agradecimiento hizo que nunca perdiésemos la relación. Nos lo comunicó su mujer, Danielle Giorgeti, igualmente generosa y amiga, a quien hemos prometido volver para recordar una vez más nuestras aventuras. Porque a los buenos amigos no se les olvida nunca, aunque medie un mar entre nosotros.

¡Adiós, amigo nuestro!

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