Por su variedad, apariencia y colorido, por su sabor (las comestibles), por su peligrosidad (las venenosas) y por animar nuestra fantasía hasta convertirlas en hogar de seres maravillosos, las setas son sin duda unos de los habitantes más peculiares del bosque.

Y si cualquiera puede distinguir y apreciar al humilde champiñón, hay que reconocer que saber de setas requiere una dedicación de campeonato y que citar la seta de cardo, los níscalos, la senderuela o el boletus edulis nos hace parecer no desconectados del mundo cuando llegan las lluvias de otoño.

Las setas aparecen de la noche a la mañana y desaparecen discretamente, crecen de los hongos que las sostienen allá donde haya humedad y pasan a menudo desapercibidas, ocultas en la foresta entre musgos, hojas y raíces de árboles.

Por su belleza, además de su discreción, no es extraño que sean elegidas como residencia por los más pequeños de los seres fantásticos de la naturaleza, así que si tienes previsto salir a recoger este sabroso fruto del bosque, además de ir acompañado por alguien experto, procura mirar bien donde pisas.

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